El mundo de los deportes electrónicos es muy complicado. Un elemento fundamental de esta industria es que el deporte es de alguien. Mientras que uno puede hacer una competición de fútbol, de baloncesto o de cualquier deporte como quiera y cuando quiera, en esports no.
Cuando salió Overwatch, muchos fueron los que intentaron hacer competiciones. No sólo empresas, también fans de Blizzard. Pero los jefes, los propietarios de la IP, no les dejaban hacer casi nada. Ponían límites absurdos como un tope de prizepool y en ese tope se incluían viajes o dietas o lo que fuera.
¿Recordáis cuando en España se hacía Call of Duty? ¿Recordáis que un día dieron el machetazo y les dio igual todo el trabajo hecho previamente aquí? O también nos podemos ir a Supercell y aquella brillante idea de «stream en vertical porque la gente lo ve más en dispositivo móvil, jaja».
EPIC Games empezó muy «friendly» pero luego capó lo que quiso y ahora los «competidores» del Battle Royale no saben qué hacer. Ficharon a Nate Nanzer y ayer se dieron cuenta de que ese señor se dedica ahora a otros menesteres. Están perdidos y no tienen respuesta. En el Rocket League tampoco parecen estar muy contentos, pero no tengo mucha más información.
Con CS:GO puedes hacer lo que te dé la gana, pero porque posiblemente no hay nadie que sea capaz de vigilar todo lo que se hace. Si quieres apoyo de la desarrolladora, el que sea, no vas a recibir nada. Esto, en sí, no me parece mal: Funciona lo que tiene que funcionar y donde tenga que funcionar. Y ya está. No se infla innecesariamente. Pero así y todo, llegamos a la misma conclusión.
En Riot Games, bajo mi punto de vista, le deben mucho del éxito del título a sus competiciones, mucho más de lo que jamás he escuchado de su boca. Y durante años ha hecho oídos sordos o ha vivido en su burbuja. Recordemos el famoso comentario de Tryndamere diciendo que usaba el dinero que ganaba en LoL para otros juegos, cuando la realidad era más bien otra.
Tampoco he creído nunca la letra de «los esports nos hacen perder dinero» cuando han tardado años en meter marcas. También saben perfectamente cuanta gente se compra una skin al verla en una partida profesional de su ídolo. Menos mal que con el tiempo han recapacitado.
Pero, de nuevo, esta es una característica FUNDAMENTAL de los deportes electrónicos. Son empresas que buscan sacar rendimiento de su producto. Y no seamos hipócritas, los clubes que participan también. Los jugadores también. Los comentaristas, analistas y periodistas también. Es lógico que la empresa propietaria busque su parte, o como se diría de otra forma, «¿en qué afecta a Demacia?».
Por un lado siempre propone iniciativas. Algunas son auténticas ideas de bombero, y otras nos gustarán menos porque suponen la eliminación de aspectos que nos agradaban, pero es la que más fácil acceso tiene a sus trabajadores. Es también la que más está dispuesta a colaborar con creadores de contenido -y medios e híbridos como nosotros-. Y sí, su ventaja principal es que el resto de compañías son horribles.
Pero ahí está todo el mundo, todos los demás, observando, esperando a que salga un juego de su género favorito en Riot Games para poder dar el salto.
Las reglas podrán ser duras, y son muy mejorables, pero tampoco podemos negar la realidad: Por mucho que pese, Riot Games es la mejor compañía para Esports.
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