Acabé Sant Jordi reventado. Pasé del estrés de publicar embargos correctamente a la emoción de ser tío por primera vez en mi vida – que no sé yo cómo me saldrá eso de ser realmente responsable- en menos de un día. Pero entre tanto caos conseguí ver por la noche el documental «Héroes: Silencio y rock & roll«. Una hora y media dedicada a uno de mis grupos de música favoritos, así que podéis suponer el ansia que tenía por su estreno. En esa misma primera visualización me quedé con dos cosas en concreto que me llamaron especialmente la atención. La primera fue que Enrique Bunbury confirmó que la canción «La sirena varada» la hicieron hasta arriba de drogas. La segunda, una declaración sobre el fin de la banda: «cerrar un trabajo bien es mejor que alargarlo indefinidamente». Y tras esa frase fue imposible no recordar a Nicolai Reedtz «dev1ce«.
Esa sentencia era sinónimo de «final de ciclo», exactamente lo mismo que provocó dev1ce tras dejar Astralis y fichar por Ninjas in Pyjamas. Que a lo mejor es cierto que da paso a una nueva y mejor etapa en ambos clubes. Sinceramente lo dudo, pero la realidad es que tampoco lo sé. No dispongo de ninguna bola de cristal para averiguarlo. Si la tuviera me preocuparía más por ver cuándo consigo independizarme en un piso modesto (pero con terraza, muy importante para los cafés) en Barcelona que no por los deportes electrónicos. Desgraciadamente para mí esto de los esports no se despega ni con aguarrás de la propia vida. Y es que cuando suena eso de «final de ciclo» parece estar lejos, pero en muchas ocasiones ese arma de doble filo se sitúa a la vuelta de la esquina.
A mi no me la intentéis colar: los finales de ciclo son una mierda. Que sí, que todo tiene su conclusión (véase la propia muerte como gran ejemplo de ello) y hay que gozar de cada momento. Pero no me gusta ese momento en el que se acaba lo poco que disfruto. Espero no ser el único por el bien de mi salud mental. Todavía juega Leo Messi y yo ya me acojono pensando en el día de su adiós. Después de ese punto de inflexión lo que llegan son días de duelo. Técnicamente no se ha muerto ninguna persona cercana, pero sí una parte de ti. Y por si fuera poco, la gente que desea el fin de algo también comparte el mismo sentimiento de tristeza. Se quedan vacíos tras mucho tiempo trabajando para forzar ese desenlace. Ya no tienen un enemigo con el que revertir sus frustraciones personales.
Aun así, debo reconocer que los finales de ciclo dan paso a la nostalgia, que en exceso es extremadamente tóxica, pero en pequeñas dosis es muy útil. Te recuerda tu condición de humano (da igual si tu nombre no es dev1ce) y te abre a la realidad del aprendizaje personal. No necesariamente significa que necesites revivir una etapa (o sí, hay personas muy masocas), pero siempre puedes recordar qué lección recibiste. Crean un legado, algo extremadamente importantes porque representan y definen. Muchas veces traspasan lo racional, pero te dan un cierto sentido. Os lo dice un tipo que tiene tatuado el logo de Héroes del Silencio sin haber vivido por motivos de edad la gran época dorada del grupo. Me jode admitir que los legados no serían posibles sin los finales de ciclo.
Deshacer el mundo es muy fácil. Con un simple botón puedes dinamitar todo lo construido. Lo jodido es volver a cimentar las bases de lo que quieres ser y no perder los recuerdos entre escombros de la explosión. Dev1ce lo ha tenido muy claro. Ha optado por no mirar atrás, porque por mucho que el logo de Astralis diga «to the stars», sabe que el cielo no es ni suyo ni del club danés. Lo que sí le agradezco al danés es que la sorpresa haya sido en un abrir y cerrar de ojos. Nos ha ahorrado las noches sin dormir por la ansiedad de que ese desenlace está llegando. Ya tenemos bastante con estar de duelo por un final de ciclo por muy electrónico que sea. En el futuro veremos si era o no la decisión y el momento correcto.