No es jks en particular, si no lo que hay detrás
Los deportes electrónicos también funcionan como retal de la tela que cosemos como identidad
La distancia más corta que separa Barcelona de Australia es de unos 15.330,89 quilómetros. En el caso de querer realizar el viaje son esperan más de 20 horas en avión con una escala incluida para poder aterrizar en Perth, Melbourne, Brisbane o Sídney. Con suerte el billete no llega a los 1.000 euros al tratarse de un desplazamiento que consiste literalmente en dar la media vuelta al mundo. Teniendo en cuenta la distancia, por qué un chaval del Baix Llobregat que todavía no ha tenido la suerte de salir de Europa iba a sentir tanto apego por un jugador australiano de Counter-Strike: Global Offensive (CS:GO). Que Justin Savage «jks» levantara el trofeo de campeón de la Intel Extreme Masters (IEM) de Katowice corrobora la importancia de las circunstancias que existen más allá de la imagen.
Del recorrido a nivel deportivo de jks se podría hablar largo y tendido. Cómo fue uno de los pilares que elevó a Renegades a nivel internacional a pesar de lo resguardada que estaba la escena australiana de CS:GO. Por qué pasar a competir en América del Norte de la mano de 100 Thieves y posteriormente en Europa con Complexity fue un acierto a nivel individual. La lástima que supuso que no encajara en los sistemas propuestos por Benjamin Bremer «blameF» dentro del juggernaut. O el mérito que tiene demostrar rendimiento inmediato como sustituto de dos jugadores completamente diferentes. Pasar de ser un gran strongholder y lurker a hacer de entry fragger como si nada para ser el primer australiano de la historia que se proclama campeón en el Spodek Arena. Sin embargo, el grado de emoción por los éxitos del resto es incomprensible sin contexto.
El culpable de que acabara como seguidor de un equipo norteamericano y australiano tiene nombre propio: Christopher Mykles «Montecristo«. Qué iba a hacer un adolescente cuando vio que uno de sus referentes comunicativos fundaba su propio club de deportes electrónicos con orígenes en Misfits. Empiezas animando por la admiración en la figura inicial pero forjas apego con las figuras que lo componen. En este caso el mayor cariño era hacia jks por perfil de jugador y denotar su talento, pero no es el único. Nombres como Bad Churchill «SPUNJ«, Noah Francis «Nifty» o Keith Markovic «NAF» también tienen su pequeño hueco en la memoria. Da igual que posteriormente Montecristo tuviera problemas con Chris Badawi y se viera forzado a marchar de la organización. El vínculo con los jugadores ya estaba forjado.
Defiende el investigador Miquel Rodrigo Alsina que la identidad funciona como un patchwork, una pieza de costura grande que la construyes a través de distintos retales de ropa. Nuestras circunstancias y nuestras preferencias hacen que optemos por un tipo de tela -en ningún momento inmovible- para completar la pieza de nuestra identidad. Mi yo adolescente decidió moldear una parte de su patchwork con jks, Montecristo, Renegades y toda la parafernalia para posteriormente mantenerlo. Porque, parafraseando al periodista Marcel Beltrán, esa parte de los deportes electrónicos era útil porque «no está mal engañarse durante una temporada. Simular, huir, protegerse. Dejarse la venda puesta. Que hay dolores que solo se sanan con el paso de los días» para ganar tiempo.
Posteriormente esa parte de la costura que empezó como pasatiempo acabó como motor o motivación para dirigir dentro de lo posible la vida. De no ser así no se explicarían ningunas de estas líneas. Que ese retal del patchwork se convirtió en alegría en forma de regalo de la equipación oficial de Renegades -con jks como jugador favorito- por parte de mis mejores amigos para los 18 años. Tan grande como ver la cara de ilusión de uno de tus mejores amigos al regalarle la camiseta del Virtus.pro de Jarosław Jarząbkowski «pashaBiceps«. La identidad, tal y como defiende Rodrigo Alsina, es completamente moldeable y dependiente del contexto. Que quizás ser un seguidor de los deportes electrónicos es algo poco habitual en comparación a la gran masa social, pero nunca un motivo del que avergonzarse, más bien del que reivindicar. Por algo lo hemos incorporado a nuestra gran tela.
La alegría o la admiración por los demás no es tanto por el qué o el quién, si no por el por qué. A la sombra es donde hay que rascar para descifrar la magnitud del valor. No es lo mismo decir que ese tatuaje es por un músico que no explicar que te recuerda de dónde vienes para que no se te vaya la olla en exceso. Barça i birres como excusa para sentarse en la mesa de un bar y liberar todos aquellos sentimientos que has expresado antes. Quizás ese artista o futbolista suelta algún comentario de «cuñado» y piensas «tremendo imbécil». Pero relativizas todo -a no ser que sea algo gordo- y decides seguir porque el vínculo ha tenido peso en ti. Que no se trata de jks o alguien en particular, si no de todo lo que hay detrás que nos une a ellos.