Para todo aficionado de League of Legends cada edición de Worlds supone la construcción de una imagen hipnótica por su atracción. Ver pabellones llenos con la Copa del Invocador brillando en el epicentro es hipnótico. Seguramente aquellos que afirman «yo nunca me he imaginado estando ahí» mienten. Además, descaradamente. Con los deportes electrónicos, a la mayoría de mortales nos pasa como al escritor Eduardo Galeano con su sueño de ser futbolista: jugamos muy bien, somos maravillas, pero sólo por la noche, mientras dormimos. Por el día tenemos las peores manos de cualquier servidor.
Hasta 2021, dentro de toda la mística, los Worlds tenían un componente que siempre fallaba: la gran final. La gran excepción hasta la historia reciente era el duelo entre SK Telecom T1 y Samsung Galaxy de 2016. Se saldó con un 3-2 a favor del equipo liderado por Lee Sang-hyeok «Faker«. Hasta hace dos años la única final que había llegado a un quinto mapa era la que todo el planeta creía con más firmeza que sería un 3-0. El capricho de sentenciar partidos anteriores como «la final anticipada» o «la verdadera final del torneo» algunas veces puede llegar a ser cierta, pero en otras se paga caro.
Teniendo la final de 2016 como excepción, los Worlds nos dejaban siempre insatisfechos por la final. Casi nunca cumplían con todas las expectativas que la maldita Copa del Invocador generaba. Todos los resultados como 3-0 o 3-1, como si el destino no quisiera compensar toda la emoción que genera el torneo. Hasta 2021, cada Mundial nos convertía en mendigos. Porque más allá de tener unas preferencias dentro de los equipos, nos hacía ir con sombrero en mano suplicando una final más reñida. El «Una linda jugadita, por el amor de Dios» de Galeano se convertía en «Que la final sea un 3-2, por el amor de Dios» para los aficionados de League of Legends.
De hecho, la final de 2021 fue un «dejà vu«: el planeta dio por hecho quién se iba a hacer con la Copa del Invocador. En este caso, «la final anticipada» era el 3-2 de DWG KIA contra T1. Tuvimos la suerte de que EDward Gaming se impuso al conjunto surcoreano con el mismo resultado. De todas maneras, si ese marcador hubiera estado a favor de DK, el placer habría sido el mismo. Las dos semifinales anteriores, que habían llegado a los cinco mapas, no habrían servido en vano. Además, el anterior Mundial nos dejó con la traumática despedida de Kim Dong-ha «Khan«, colgando el ratón y el teclado después de perder su última oportunidad para hacerse con la Copa del Invocador.
Todo eso ha sido un preparativo de estos Worlds. Este Mundial no sólo nos ha hecho ver que los 3-2 dejen de ser la excepción, también nos ha hecho valorar cada «linda jugadita». Por un lado, se encontraba T1. La posibilidad de consolidar un proyecto estructural, de ver a Faker con su cuarta Copa del Invocador y hacer que algunos de los mayores talentos de la historia de League of Legends consolidaran su nombre en la historia. Por el otro, el ahora más que conocido DRX. Kim Hyuk-kyu «Deft» ante la posibilidad de acabar como Khan o culminar aquello que no pudo realizar, el equipo firmando la mayor odisea de superación del deporte electrónico y Cho Geon-hee «BeryL» reivindicando que todavía hay hueco para los bohemios.
Con cada pelea de T1 o DRX, Galeano se sumergía en nuestro imaginario: «Cuando el buen fútbol ocurre, agradezco el milagro sin que me importe un rábano cuál es el club o el país que me lo ofrece». Realmente daba igual si el final acababa con la cuarta Copa del Invocador para Faker o la primera de Deft. Era como elegir entre papá o mamá después de una vida plena de estímulos positivos en forma de Campeonato Mundial. Finalmente se produjo la segunda imagen, pero aparecieron otras como el desconsuelo de Ryu Min-seok «Keria«. La final no sólo concluyó una parte de la historia, también dejó hilos de los que tiraremos en el futuro.
Estos Worlds han sido los Campeonatos Mundiales de los mendigos. Después de años sufriendo jarros de agua fría en octubre y noviembre, esta vez el resultado ha sido cálido al anteponer el hedonismo del espectador. El sombrero en mano se ha llenado de monedas con forma de placer. La final de este Mundial ha conseguido algo inimaginable hasta la fecha: tener un nuevo partido cuyo imaginario esté en la misma mesa que el SK Telecom T1 contra ROX Tigers de las semifinales de 2016. Si le añadimos la evolución natural del nivel de los jugadores yd del metajuego, el resultado es el la mejor edición jamás vista. Con suerte, este Mundial hará que las banderas o los clubes cada vez importen menos para hacer valoraciones.
«Han pasado los años, y a la larga he terminado de asumir mi identidad: yo no soy más que un mendigo de buen fútbol» – Eduardo Galeano