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Unos Worlds para mandar a callar

razork

Fuente de imagen: Photo by Michal Konkol/Riot Games

Para un madridista es imposible asociar la imagen de «mandar a callar» a la de Raúl González en el Camp Nou en 1999. Para los colchoneros, se aplica con Diego Costa tras marcar al Real Madrid en la Copa del Rey de 2013-2014. Hacer callar a alguien es uno de los gestos más picarescos y tradicionales del deporte, un aliciente para todo espectador que quiera vivir emoción desde la rivalidad. Estos Worlds suponen exactamente eso para el jungla de Fnatic, Iván Martín «Razork«, uno de los grandes señalados del conjunto naranja durante todo el año.

El 2-0 en el primer día supone toda una declaración de intenciones a nivel personal, como bien lo ha sido para sus compañeros Elias Lipp «Upset» y Rubén Barbosa «Rhuckz«. La situación de Razork es completamente diferente: tiene que mandar a callar a absolutamente todo el mundo. Se tiene que poner tanto el disfraz de Raúl para poner fin a las burlas de los equipos rivales, como el de Samir Nasri haciendo lo propio con la prensa y el de Haris Seferovic con su propia afición cuando todavía jugaba en la Real Sociedad. Al fin y al cabo, le han llovido palos desde todos los lados.

Contar con uno de los mejores equipos de la League of Legends European Championship (LEC) y no llegar a ninguna de las finales no es precisamente un éxito. Tampoco el primer ni el último fallo que ha cometido Fnatic como organización. Sin embargo, el debate a lo largo del año se ha dividido en dos polos: centrar las críticas en él o en Marek Brázda «Humanoid». A nivel nacional el apoyo al jungla estaba más marcado, mientras la escena internacional se decantaba más por el medio. Poca fuerza ganan las ideas como las de Manuel Martínez «Cabramaravilla» en las que, más que encontrar un culpable exclusivo, se asocia la falta de títulos al ‘todo’ que supone una plantilla donde el mayor responsable es el cuerpo técnico. Buscar diferentes causas de un mismo motivo.

El reto de Razork en estos Worlds es mandar a callar a todos. Da igual si es de la propia afición, de la rival, de la prensa o de quién sea.

Jugar en un club como Fnatic o G2 Esports siempre significa una presión añadida al ser los dos clubes que históricamente han representado mejor la excelencia europea. Cuando la situación no es ideal al jugador -llámese Razork, Humanoid o Lee Sang-hyeok «Faker«- se le reclaman soluciones inmediatas. Evidentemente, el problema no está en exigir unos resultados que los mismos profesionales desean. Tampoco en explicar y desarrollar por qué se han cometido errores, si no en el cómo. De la noche a la mañana, ignorando todos los procesos existentes y que siempre hay una parte de información desconocida. Todo esto con el plus de tener una actitud aceptada públicamente.

Iván demostró ser de los que no se muerden la lengua y este verano no tuvo problemas en expresarse públicamente contra opiniones sobre él. Leña para avivar el fuego. Sin embargo, Razork hizo toda una declaración de intenciones en los últimos playoffs de la LEC, cuando la clasificación de Fnatic al Mundial no parecía tan clara. Se puso el traje de líder con Trundle y Poppy para liderar al equipo en los primeros compases de las partidas. El resultado acabó en su primera clasificación al Mundial asumiendo protagonismo. Lo mejor hubiera sido acabar con la corona de campeón, pero una derrota ante Rogue deshizo esa posibilidad.

El reto de Razork en estos Worlds es mandar a callar a todos. Da igual si es de la propia afición, de la rival, de la prensa o de quién sea. Hacer de su primer Mundial una reivindicación de por qué ha llegado hasta ahí. Más allá de jugar bien, es ratificar por qué Fnatic contó con él para este 2022. Que su 2021 en Misfits Gaming no era un espejismo, más bien una realidad. Demostrar que es mecánicamente uno de los mejores junglas de la LEC. Lo mejor de este tramo del año es cómo toda Europa se vuelca con toda la reunión. Por lo tanto, da igual si elige el disfraz de Raúl, Nasri o Seferovic: pocas épocas mejores existen para aceptar el error. Encontrar el placer y la razón en el hecho de ver cómo te han mandado a callar.

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