Lo que menos importa en la carrera de Lee Sang-hyeok «Faker» son los títulos de campeón que ha besado. La carnalidad es caprichosa tanto con la carne como con el metal, pero eso no quita que quizás alguien pueda conseguir las mismas cantidades de trofeos. Si el surcoreano es considerado el mejor jugador de la historia de League of Legends es por el impacto que ha tenido en su configuración. En cómo se juega el mapa o se manejan los personajes entre muchas cosas. Pero si los tres Mundiales que tiene a su espalda no son tan valiosos es porque también se ha mostrado como ejemplo más allá del aspecto técnico. Desnudando el apodo de Rey Demonio para dar paso a Sang-hyeok y hacer que la sensibilidad o la fragilidad dejen de ser sinónimos de debilidad en los deportes electrónicos.
La hiper-masculinización en los esports no tiene un encaje natural. Las estúpidas ‘figuras’ del ‘friki’ o ‘gordo’ -entre otras muchas- son más objeto de bullying que no de bullies. Que el anonimato da protección para hacer barbaridades en las redes es otra cuestión, ya que beneficia a todos los tipos de represores -o intentos de ello- por igual. Lo explica a la perfección Cristóbal Villalobos en Fútbol y fascismo (2020): a inicios del siglo XX los estados fascistas usaron el deporte como herramienta de exaltamiento de la fuerza y la virilidad. Toda una relación de propaganda con resultados bidireccionales, con objetivos completamente distintos al tradicional mens sana in corpore sano. Eso provoca que el deporte rey -entre otros muchos- todavía sea visto por muchas personas como hipermasculinos, tóxicos y poco inclusivos para otros sectores o colectivos de la sociedad.
Dentro de los deportes electrónicos el exaltamiento de la fuerza no cuaja por la naturaleza de la industria. Aunque el ejercicio físico puede tener beneficios dentro de las preparaciones, técnicamente los jugadores no lo hacen para competir. Eso no impide que algunos de los trazos más tóxicos de la masculinidad calen dentro del sector, especialmente cuando la misoginia todavía es uno de los grandes problemas de las comunidades de videojuegos online. Faker no representa ni mucho menos este último aspecto. Lo contrario: se postula como un buen ejemplo para jóvenes. Sin embargo, inevitablemente ha arrastrado algunas de las losas sobre las que tradicionalmente nos han educado sobre ‘lo que es masculino’ y ‘lo que es femenino’. Todo cuando incluso el concepto de género, como señala Sílvia Arribas en El género como identidad a debate, está en cuestión.
El apodo de ‘Rey Demonio’ no encajaba con cualquier tipo de flaqueza. Los hombres de verdad no muestran su talón de Aquiles
Durante los primeros años de su carrera, Faker -o mejor dicho, Sang-hyeok- se ha caracterizado por tener un comportamiento históricamente muy ‘masculino’: no mostrar sus sentimientos. No tanto por no disfrutar de los momentos de gloria, sino por no enseñar ningún ápice de debilidad. El apodo de ‘Rey Demonio’ no encajaba con cualquier tipo de flaqueza. Los hombres de verdad no muestran su talón de Aquiles. Un sentimiento que no fuera de ‘tipo duro’ no podía relacionarse con alguien que, literalmente, hacía temblar a sus rivales dentro de los partidos. No tanto por declaraciones o comportamientos propios, sino por el aura que se generó a su alrededor. Eso le llevó a ser considerado un ‘robot’, un término que posiblemente se pueda poner en debate sobre si se trataba de un microrracismo.
Todo cambia con los Worlds de 2017. Faker pierde por primera vez en la historia una final de un Mundial. Por primera vez, el surcoreano se hunde. Las lágrimas caen inevitablemente tras la derrota. Sus compañeros tienen que pedirle que, a pesar del dolor, se levante para darle la mano a los nuevos campeones mundiales. A partir de ahí empieza el punto de no retorno: muestra su vulnerabilidad, se reeduca en relación a ella y no la oculta. El apodo de ‘Rey Demonio’ pasa a ser compatible con Sang-hyeok como persona. Gracias a esa derrota admite que tiene problemas para gestionar la presión, llega a temblar en momentos clave -donde antes daba por hecho que se impondría- y entiende que, como el resto de humanos, tiene flaquezas. Pero también que estas mismas no borran todo lo que han hecho o su condición de deidad.
Una de las ilustraciones más destacadas cuando perdió el Mundial en 2017 contaba con sus personajes más destacados consolándole. La palmada en la espalda o las alas que le cubrían siempre estuvieron ahí, pero antes no se contemplaba que quizás las necesitaría. Uno de los motivos por los que Faker puede celebrar sus 10 años de carrera es porque, indirectamente, se ha deconstruido en parte. Sang-hyeok ha vivido su SORRY NOT SORRY. Como Tyler, The Creator, se ha plantado delante de todos sus alter ego creados desde el exterior y parte de su silencio para matarlos. Sin olvidar su historia. Todo para convertirse en quién es en la actualidad: el renovado líder de un T1 donde, más que ser el foco principal, es el ejemplo de los que brillan.
La deconstrucción es un proceso largo que no se culmina de la noche a la mañana. A diferencia de otros, no hay por qué disfrutarlo. Ni siquiera estar dentro del camino se convierte en una certeza. En un sello que te asegura que al final de este todos los aspectos negativos estarán corregidos. Faker es un reflejo de ello, pero decirle fuck ‘em a los trazos tóxicos de su masculinidad como jugador profesional es otro de sus legados difícilmente alcanzables.
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