La apuesta de FTX por los deportes electrónicos no fue fruto de la casualidad. El fundador de la empresa de intercambio de criptomonedas, Sam Bankman-Fried, era un fan acérrimo de League of Legends y su sistema competitivo. Esa admiración le llevó a cerrar acuerdos tanto con TSM como con la propia League of Legends Championship Series (LCS). Sin embargo, su obsesión por el MOBA de Riot Games le jugó malas pasadas y ahora podría no volver a jugarlo en su vida.
El pasado mes de diciembre el fundador de FTX, Sam Bankman-Fried, fue arrestado en Bahamas después de que el gobierno de Estados Unidos presentara cargos contra él. Realizada su extradición, actualmente Bankman-Fried se encuentra «confinado en casa de sus padres» según Reuters. El anteriormente CEO se enfrenta a un juicio donde se le acusa de 12 cargos, entre ellos por fraude de mercado, desvío de capitales y de sobornar a funcionarios chinos por 40 millones de dólares.
Sin embargo, dentro de su relación de League of Legends, el anteriormente CEO de FTX llevaba su obsesión a otro nivel. Sam Bankman-Fried jugaba a partidas del MOBA de Riot Games en medio de reuniones con inversores. En otras palabras, consiguió rondas de financiación de 200 millones de dólares mientras en algunas de esas charlas estaba supuestamente en la Grieta del Invocador. Por ello, sus abogados están actualmente negociando con la fiscalía de Nueva York para llegar a un acuerdo. En el caso de conseguirlo, Bankman-Fried tendría prohibido jugar a cualquier videojuego donde pueda hablar o escribir por chat, además de no poder usar un móvil con internet y tener el acceso limitado en su ordenador a ciertas aplicaciones.
FTX y su huella en los esports
Durante las últimas horas FTX ha vuelto a aparecer dentro de los deportes electrónicos debido a las últimas noticias sobre TSM. Según Sports Business Journal, la organización norteamericana pausará su actividad en diferentes deportes electrónicos por problemas económicos. El club fue una de las entidades que llegó a un acuerdo con la empresa de intercambio de criptomonedas por 210 millones de dólares durante 10 años a cambio de acuerdos de naming.
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