Inevitablemente admirable
Separar la rivalidad de la enemistad permite poder disfrutar de Faker por muchas derrotas que haya podido generar a aquellos que apoyamos
Poner una fecha sería demasiado pretencioso, pero desde hace mucho tiempo la crónica deportiva murió como método informativo. Tal y como reivindican periodistas deportivos como Marcel Beltrán o Ramon Besa, es un ejercicio literario. Un lugar al que acudir como refugio para descubrir el partido de cualquier deporte desde la óptica del autor, que regala un relato. Una óptica distinta durante cada fin de semana. Después de todo, quizás con el paso del tiempo cambie el vehículo, pero los seres humanos necesitamos que nos cuenten historias. La figura de Lee Sang-hyeok «Faker» es tan grande que lo asociamos como el protagonista principal tan conocido deporte electrónico de Riot Games.
La grandeza de Faker está en que representa todos aquellos valores a los que aspira una industria que, como el propio fútbol, también va un paso más allá. Tan reduccionista es asegurar que el fútbol son 24 personas corriendo detrás de una pelota como que los deportes electrónicos son como mínimo dos frikis jugando al ordenador. Tal y como dice el propio Besa en Per què futbol?, el deporte «rey» -como cualquier otro- no deja de ser una escuela de vida. Algo que te enseña a distinguir lo bueno de lo malo o lo banal de lo importante. Una actividad que puede servir como campo de pruebas para mezclar la emotividad con la racionalidad para vivir mejor. Conocer el mundo en función y saber en qué territorio estás en función de los colores de un bar.
Toda explicación de Besa puede ser extrapolada a Faker porque ha sido el guía que nos ha ayudado a comprender mejor cada grado de importancia dentro de los deportes electrónicos. Tanto en deportivo como en lo emotivo su figura siempre ha servido como vara de medir. Sin embargo, de aquella escuela una de las cosas más importantes que extrajo el periodista de El País es que gracias a ella se puede aprender a diferenciar entre la rivalidad y la enemistad. Querer que tu equipo gane para poder celebrarlo delante de tu colega aficionado del equipo rival sin tener que llegar a las manos. Poder asombrarte desde la envidia de aquel jugador que viste los colores totalmente opuestos a los que defiendes porque ante todo eres amante de ese deporte y aprecias la grandeza.
De todas aquellas cosas que puede enseñar el deporte, sin lugar a dudas Faker representa como el que nadie el último aspecto. No hace falta irse al recurso de que el autor de este texto tomó la cuestionable decisión de ser seguidor de KT Rolster. La lista de víctimas europeas del Rey Demonio en Worlds es larga: Lemondogs en 2013, H2K y Origen en 2015, Misfits Gaming en 2017, Splyce en 2019… Todo esto sin contar las ediciones del Mid-Season Invitational (MSI). También sin mencionar la perspectiva de los aficionados de la League of Legends Championship Series (LCS) o League of Legends Pro League (LPL). Que algunos jugadores profesionales temblaran sólo de pensar que tenían que enfrentarse a él no era ninguna casualidad.
El Rey Demonio es la pura imagen de la resignación desde la oposición: es inevitablemente admirable. Es tan absurdamente bueno e importante en la historia de este deporte electrónico que no queda más remedio que reconocer al rey. De ahí que el 18-0 conseguido en fase regular nos fascine o que la eliminación en las últimas semifinales del mundial nos dejara tocados independientemente de nuestras preferencias. O que empatizáramos con él en los Campeonatos Mundiales de 2017 con aquella ilustración de Legends Never Die. De Lee Sang-hyeok podemos hacer un monólogo sobre su grandeza o resumirlo con un simple «es Faker«. Ambas opciones tienen la misma validez. Tenerlo como oponente es un dolor de muelas, pero no haber contado con él como rival habría sido mucho peor.