En el fondo, el espíritu inquebrantable es injusto
Deft ha necesitado uno de los mejores desarrollos argumentales de la historia de League of Legends para volver a estar en el sitio que le correspondía
El recorrido de Kim Hyuk-kyu «Deft» en los últimos Worlds es la historia de todas las cosas que pueden llegar a estar bien. Para proclamarse campeón mundial de League of Legends, DRX ha protagonizado la típica aventura de superación procedente de Hollywood o de Japón a la que nos enganchamos a pesar de que, mientras la trama avanza, la racionalidad nos susurra que en la vida real es prácticamente improbable que suceda. Pero el conjunto surcoreano la llevó a la dimensión en la que vivimos. La persona de carne y hueso que es Deft levantó ese ansiado trofeo que le faltaba para cerrar su círculo: ganar todos los títulos posibles. «Lo más importante es el espíritu inquebrantable» como lema de vida adquirido durante el torneo. Sin embargo, en el fondo, haberle obligado a recurrir a ese espíritu es extremadamente injusto.
El espíritu inquebrantable se ha popularizado a unos niveles inimaginables desde que Deft consiguió la Copa del Invocador. La importancia del lema del último campeón mundial, marcado en parte por el liderazgo del veterano, ha tenido destinos curiosos como los platós de televisión. Corea del Sur, un país con una cultura diferente a la occidental y especialmente sensible en aspectos como la jerarquía, se quitó el sombrero ante el joven que dentro de los deportes electrónicos es considerado un ‘abuelo’ por la juventud del sector. El espíritu viajó hasta Catar, apareciendo en la celebración de la selección surcoreana tras conseguir el billete a los cuartos de final del Mundial.
Deft lloró de emoción cuando superó los cuartos de final contra EDward Gaming, su exequipo. Después de 10 años estaba tan cerca de la Copa del Invocador como la primera vez que peleó por ella. Llegar a la final ya fue un premio para él. Ganarla fue la guinda del pastel de un aspecto concreto: disfrutar del proceso. Fruto de su madurez, el mejor resultado del tirador en unos Worlds llegó cuando aprendió a dejar de fustigarse. Cabe destacar que la situación de DRX era la mejor posible para ello. Nadie en su sano juicio se esperaba que el sexto clasificado de la última League of Legends Championship Korea (LCK) se paseara por el Play-In y ganara el Mundial. Tras tantísimos años en la élite, el surcoreano se dio el lujo de gozar de su posición de privilegiado.
A su alrededor, más historias tan épicas como la suya. Cho Geon-hee «BeryL» revolucionó el torneo con un campeón que se sacó de la manga para reivindicar su condición de genio. Hong Chang-hyeon «Pyosik» consumó el sueño de convertirse ganar un Mundial para darle un nuevo aspecto a su personaje favorito. Kim Geon-woo «Zeka» reivindicó su talento, hizo caso a su amigo Hwang Seong-hoon «Kingen» y ganó ya vuelto a Corea del Sur. También había un buen League of Legends detrás ocultado por la sorpresa que significó su victoria. Todo bajo el paraguas del espíritu inquebrantable. El mismo que acogía todos los caminos revueltos de los jugadores de DRX y a la vez escondía a la gran exigencia a la que Deft se ha sometido para volver a ser valorado apropiadamente.
En un sector donde la vida laboral de un jugador profesional no es larga, la longevidad ha actuado como losa para valorarle
Mientras Deft luchaba por proclamarse campeón mundial, nosotros nos alimentábamos bajo una incógnita: 2022. Nos autoengañamos creyendo que sería su último año como jugador profesional para vivir con más emoción su recorrido. El corazón le ganó la batalla al cerebro, algo poco reprochable en aquella situación. El tirador tenía que superar a Lee Sang-hyeok «Faker«, que se jugaba su cuarto Mundial para consolidar su estatus de «mejor jugador de todos los tiempos». La magnitud del plano emocional era tan grande que a ‘poca gente’ le supo mal que la estrella de T1, Rey Demonio de League of Legends e icono internacional de toda una generación se quedara sin esos Worlds si era a costa de los primeros de la ‘Alpaca’.
El caso de Deft cuenta con dos contradicciones significantes. La primera es que en el momento de menor presión internacional se ha reflejado mejor toda la carga que ha acumulado durante su carrera. La segunda, cuanto menos curiosa: en un sector donde la vida laboral de un jugador profesional no es larga, la longevidad ha actuado como losa para valorarle. Cierto es que el recorrido del tirador no ha sido excesivamente estimulante desde finales de 2018, cuando se marchó de KT Rolster. Tal como afirma Fernando Cardenete, comentarista de la Liga de Videojuegos Profesional (LVP), con el paso del tiempo evolucionó progresivamente de la cariñosa ‘Alpaca’ al ‘hermano mayor’. Se le exigía ganar títulos mientras, dando por hecho que envejecer es algo sencillo.
El éxito de DRX en el Mundial no se entiende sin los procesos de aprendizaje que Deft ha vivido durante su carrera. El espíritu inquebrantable reivindica la capacidad de levantarse tras recibir golpes, algo que también caracteriza al primer profesional que ha ganado en China y Corea del Sur. Pero a la vez, el espíritu inquebrantable es un despropósito porque condensa las exageradas exigencias que el surcoreano ha superado para volver a la mesa de los mejores tiradores de la historia, de la que se había alejado por sus últimos años de carrera pero forma parte por méritos propios. El espíritu inquebrantable es cruel: su belleza dependía exclusivamente de materializar la Copa del Invocador. Sin ella, Deft hubiera merecido igualmente estar en la conversación por el título a mejor ADC de la historia. En el fondo, el espíritu inquebrantable es injusto por la naturaleza que rodeaba a su portavoz.