El martes 29 de julio el Schalke 04 anunció que Team BDS ha comprado su plaza de la League of Legends European Championship (LEC) por 26,5 millones de euros. En términos económicos sólo hay cinco fichajes del equipo de fútbol que hayan superado esa cantidad. Aun así, está claro que el dinero da igual cuando de por medio hay sentimientos e irracionalidad. Estamos ante otro cambio de ciclo, y es que después de la salida del club alemán de la máxima competición europea, nada volverá a ser lo mismo en la élite. Esto jode especialmente cuando poder actuar está totalmente fuera de tu alcance.
La venta de la plaza está motivada por el descenso del Schalke 04 a la segunda división alemana. La imagen de una Bundesliga sin los mineros se hizo realidad tras una serie de malas decisiones que condenaron al club al fracaso deportivo. Y si a eso le añadimos que la pandemia ha afectado a absolutamente todo el mundo, pues apaga y vámonos. Sin embargo, la impotencia que genera la salida de la sección de League of Legends de la LEC es que era una situación totalmente fuera de su alcance. Totalmente condicionada por la nefasta gestión del primer equipo. Que sí, que tuvo que necesitar el famoso miracle run para poder trascender, pero el roce hace el cariño. O eso dicen.
De todas formas, la gran mierda sigue siendo esa: no poder hacer absolutamente nada porque todo está fuera de tu alcance. Simplemente pagas las consecuencias negativas de un hecho en el que directamente no has podido tener peso, ni para bien ni para mal. La despedida del Schalke 04 a la LEC sabe a un «no eres tú, soy yo». Tiene el mismo aspecto que pagar los platos rotos de una persona que, después de no sé cuántos años, sabes que no va a cambiar. Es la copia de ver cómo algo se esfuma de la noche a la mañana -con o sin aviso previo- ante una mirada incrédula que todavía espera que sea una pesadilla. Todo sin tener aparentemente nada que ver.
Luego es cuestión de tirar para adelante. No porque tengas energías para ello, si no simplemente porque no queda otra. Simular al principio que no pasa nada, desconsolarte en la mitad del recorrido por lo que podría haber sido y ya en el tramo final optar por sólo recordar los buenos momentos. Dejar de martirizarse es un proceso duro a pesar de ser conscientes de que aquel jarro de agua fría no estaba bajo tu control. Lo del Schalke 04 no deja de ser algo así. Eso sí, sin tanta hipérbole ni desfogue personal de por medio. Pero tampoco nos mintamos: la nostalgia nos impulsará a, de vez en cuando, fijarnos detenidamente a lo Seb con Mia y comprobar si la vida les sonríe.