Estamos en medio del verano y hace un bochorno insoportable, pero retrocedamos mentalmente hasta el entretiempo de abril. G2 Esports pierde en las semifinales de la League of Legends European Championship (LEC) contra Rogue y mucha gente se da cuenta de que estaba malacostumbrada al ver ganar siempre al mismo equipo. Gracias a este hecho empecé una broma de mal gusto a mí mismo, es decir, ponerme a escribir estas columnas. Como si realmente mi opinión tuviera relevancia o pudiera ofrecer siendo yo un muchachito confuso y un imbécil de 21 años. Pero tres meses después aquí estamos, con el mismo formato y con lo más preocupante: el mismo tema que parece no cesar. En esta ocasión el protagonista es Vodafone Giants.
La competición siempre ha sido así: uno se corona y el resto se come una mierda. Por eso en los torneos sólo hay un ganador, y si es un deporte de equipo, un conjunto de jugadores en concreto que se proclama campeón. Superar unas expectativas o llegar donde nadie se esperaba que lo harías también es una victoria, pero se reduce a nivel personal. Cuando eres aficionado de alguno de los clubes grandes (véase Vodafone Giants, G2 Esports o T1 en sus respectivas regiones) estás malacostumbrado a ganar. La derrota es un pinchazo en la burbuja en la que todo que va bien. El choque de realidad está ahí, pero su gestión no tiene por qué.
Cuando jugaba a fútbol sala (o era el entrenador de un equipo de benjamines) y perdía un partido pasaba a desperdiciar automáticamente todo el fin de semana. Ni podía ni me podían hablar, todavía estaba amargado porque había perdido. Quería que llegara la siguiente semana para ‘redimirme’ porque, obviamente, el chaval se tenía que fustigar. No sabía disociar que, a pesar de no haber conseguido lo que quería en la pista, podía seguir haciendo perfectamente mi vida. Finalmente tuve la suerte de reconocer que tenía un serio problema de gestión. Que me taladraran con el mensaje de «siempre hay que ganar y ser el mejor» para absolutamente todo era una realidad, pero tampoco una excusa. La verdad es que me hubiera gustado que esta cuestión hubiera sido sólo con la derrota, pero bueno, a cada uno le llegan sus hostias particulares a su manera.
Lo que rodea a Giants y G2 refleja cómo era antes de los 18. No porque se fustiguen a ellos mismos, si no porque dan la impresión de que no saben gestionar la derrota. De los jugadores y del cuerpo técnico no hablo porque públicamente no he visto nada que haya hecho saltar la exclamación personal del «uy, la han liado». Como internamente no sé cómo lidian con ella pues simplemente no puedo hablar. Pero no saber disociar que puedes ser la marca más potente y no ser el mejor deportivamente es un graso error. Celebrar en las buenas e insultar en las malas también. Y que un programa hable de una mala racha por la noticiabilidad del hecho tampoco tiene culpa de lo que sucede en una pista o en la Grieta del Invocador.
«En el deporte hay que saber ganar y perder. Es más, se aprende más perdiendo. Los jugadores están fastidiados, evidentemente, pero hay que empezar a gestionar la derrota de otra manera. En la derrota hay que felicitar al rival, evidentemente, porque te ha ganado, e independientemente de que lo haya merecido más o menos. Hay que enseñar a los niños pequeños que cuando se pierde no hay que llorar, lo que hay que hacer es levantarse, volver a intentarlo en el siguiente campeonato y felicitar al que ha ganado«. Escuchar estas declaraciones de Luis Enrique me habrían venido un poco bien en su momento. No me habría quitado todo lo que pasaba por mi cabeza, pero sí al menos una parte. Por lo tanto, qué mejor que aprovechar que son recientes para al menos intentarlo cuando sea necesario. Independientemente de si te llamas Giants, G2, T1 o como sea.