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Atiborrarse de comida china y League of Legends

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Foto vía Riot Games

Mucho tiempo atrás disfrutaba los logros personales que conseguía dentro de League of Legends. Subir a Oro o Platino por primera vez era un motivo de celebración. La premisa siempre era la misma: sentirse el puto amo en los pocos metros cuadrados que tiene de espacio una habitación. Pero con el paso del tiempo la cosa ha cambiado radicalmente. Quizás hacer de un videojuego una rutina por sí misma nunca fue la mejor idea. O puede que simplemente sea víctima del arduo proceso de madurar y darte cuenta de que las cosas importantes pasan fuera de una pantalla.

Últimamente han pasado cosas importantes en mi vida, o mejor dicho, a mi alrededor. Por ejemplo, la ardua tarea de intentar ser un buen padrino ante una criatura ya es una cuestión de estado (el de los pocos metros cuadrados de mi habitación). La más importante probablemente sea que mi madre ya es funcionaria después de toda una eternidad. Nunca la he visto alejada de libros para estudiar las oposiciones. Este enero ha cobrado por primera vez alejada de la condición de interina, cosa que es un respiro.

Su respiro no sólo es por cobrar bajo la condición de funcionaria, también por ver su salario mejorado (nada exagerado, eh, sólo un poco). Quizás la relación salario-plusvalía siempre sea injusta, pero cualquier casa de clase trabajadora sabe que nunca se debe ser desagradable ante las mejoras. Seguramente nunca sea suficiente, pero tampoco es cuestión de ser desagradecido. La cosa de todo esto es que su manera de celebrarlo fue invitarme a comer a domicilio. Sólo había una única premisa: que fuera comida china o japonesa porque, como a mi padre no le gusta, es conmigo con quien puede comerla en una casa de hijo único.

Al final la elección resultó ser la comida china, del restaurante de confianza en la materia de la ciudad. Un viernes que se presentaba difícil por tener cuatro horas de clase por delante pasó a ser excitante. Te han elegido para compartir la felicidad y encima la forma de hacerlo es a través de la comida. Además, como hacía tiempo que no comía un buen Wan tun frito del restaurante en cuestión, pues tenía ganas. Hubo un problema en toda la ecuación: que me atiborré. Tenía tanta ansia que pude con todo e hice creer a mi estómago que podía con más de la cuenta. De repente tendría cuatro horas por delante -sin contar la noche- para pensar en la flipada que acababa de cometer. 240 minutos para reflexionar que, efectivamente, tampoco tenía tanta hambre como creía.

Empacharse es muchísimo peor que quedarse con hambre. Es una forma de intercambiar un «he tenido ganas de más» por un «he acabado hasta los cojones». Por suerte o por desgracia, con este arranque de la escena competitiva de League of Legends me ha pasado lo mismo que con esa comida china de celebración. Tenía ganas de que empezara para ver cómo le va al Barcelona en su segundo año, descubrir de qué manera me decepcionará KT Rolster por enésima vez o ver cuáles son los equipos vistosos. Recordad que aquí somos unos mendigos de buen deporte, con «una jugadita linda» estamos contentos. Pero en el camino ha tocado comerse incontables pausas o debates cíclicos en la primera semana de competición. Los últimos factores me han recordado que no, que quizás tampoco tenía tantas ganas. Que a veces rebajar el ansia en es una buen método para autoprotegerse.

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