Sorprende la facilidad con la que la gente piensa que las cosas caen del cielo. Cuando algo empieza a ir medianamente bien todo el mundo sabía que tenías una virtud innata para algo que, casualmente, no aparece hasta que la decadencia deja de ser en caída libre. Dentro de ese éxito -por decirlo de alguna manera, porque realmente ni eso- entra el proceso de adaptación, un camino lleno de curvas. El objetivo es sencillo: dejar de sentirte como Bob y Charlotte en Lost in Translation, hacer de tu Tokio particular tu lugar. La llegada a Worlds es un transcurso similar pero cuenta con la virtud de exponer lo mejor y lo peor de estas situaciones.
La llegada de Worlds es un hecho que sigue fascinándome después de tenerlo más que instaurado como tradición. Todos los protagonistas acuden como si se tratara del primer día de colegio para muchos niños y niñas. Es impresionante porque da igual de quién se trate, incluso el jugador con más experiencia a sus espaldas acude con la misma sensación. Los espectadores seguimos el mismo ejemplo al pasar de rajar todo el día sobre la falta de descanso de League of Legends competitivo a ansiar la llegada del Mundial tras dos semanas de vacío existencial en términos competitivos. Conservar ese pasaporte que lleva hacia la inocencia y la ilusión es algo de lo que pocos eventos o personas pueden presumir.
Por la otra parte, los Worlds exponen la estafa que es la inmediatez. Ya puedes haber hecho un gran 2021, que si no te adaptas rápidamente al metajuego de octubre estás fuera. En un abrir y cerrar de ojos pasas a la boca del lobo de la ferocidad pública, principalmente porque todavía parece que criticar la actualidad sin echar por tierra el buen trabajo anterior -aunque a veces vayan de la mano- sigue siendo imposible. La urgencia anula a todo aquel o aquella que necesite más tiempo para aclimatarse e invalida con juicios rápidos cuando, probablemente, con un poco de paciencia la validez queda más que demostrada.
Personalmente me tocará adaptarme de nuevo a eso de madrugar los lunes para estar en la facultad a las 8:30. Idea nefasta cuando el año pasado podía permitirme pasar el inicio de semana de resaca aunque no lo hiciera. Las esperanzas de que todo salga bien se reducen todavía más cuando hasta el segundo café no empiezo a ser funcional en condiciones. Me queda el consuelo de saber que no me sentiré Yasin Dinçer «Nisqy» teniendo en mi alrededor a gente acomodada como Kim Tae-sang «Doinb«. Cuarto de carrera, así que supongo que eso de mirar por encima del hombro no debería suceder.