Enrique Ballester, columnista en El Periódico, arrancaba el año diciendo que ni entiende ni pretende entender cómo funciona el fair play financiero o los límites salariales dentro del fútbol. Antonio Agredano, columnista en Diario Córdoba, también ha empezado 2022 explicando que tiene muchos propósitos íntimos y que no quiere cumplir ninguno. A nivel personal me engaño con estas cosas. Me hago creer que comprendo por qué cada 31 de diciembre o 1 de enero nos plantamos hacer una lista de objetivos enumerados para los próximos 365 días: para enderezar tu vida. Creer que tu camino está en tus manos al completo cuando en realidad sabes perfectamente que no es así. Eso sí, sin querer evadir las que sí son tus propias responsabilidades.
Todo esto llega de la incapacidad de calibrar los propios objetivos. El anar fent (ir haciendo) sirve de colchón hasta que llega este lapso de cambio de año. Una vez allí te desnuda ante la autoestima, que depende del día aparenta ser Salvador Dalí o Vincent Van Gogh. Todo porque la comparación es tóxica y en ese momento es como Thanos: inevitable. Un día te das el 30 de diciembre estás satisfecho pero el 31 o el primer día de enero estás con el «y si» o el «podría haber hecho más». Tampoco es un gran síntoma ver que hasta en las situaciones más íntimas o metafísicas de la vida puedes encontrar comparaciones o paralelismos con los deportes electrónicos.
Por ejemplo, podríamos tocar madera para seguir en 2022 como estuvimos en 2021 si es que tuvimos un buen año. Tirar de perfil bajo para acabar en dudas de si eres humilde, derrotista o imbécil. Mientras algunos nos conformamos con «Pan, Paz y Trabajo» otros como Oleksandr Kostyliev «s1mple» aspiran a más. Para él seguir igual que el año anterior significa continuar junto a Natus Vincere la dominación de la escena internacional de Counter-Strike: Global Offensive (CS:GO). A él le da igual si su reciente éxito ya está definido como «era», él quiere más. Y eso te hace sentir aún más pequeño viendo cómo hay gente que está tocada por la barita luchando por el estatus de la divinidad.
Otros en cambio quieren mejorar su 2022. Para algunos el techo es altísimo, véase a DWG KIA como ejemplo. Para el club surcoreano dominar la League of Legends Championship Korea (LCK) no es suficiente, conseguir los trofeos internacionales que se le escaparon en 2021 es su necesidad. Al mismo tiempo, para otros clubes progresar significa llegar a ser relevantes o al menos funcionales. Dejar de temblar cuando tienen delante a la persona que le gusta. Los grises son difíciles de encontrar en la escala de la mejora coloreada de blanco y negro. Por eso lo de Fabian Lohmann «GrabbZ«, entrenador de Team BDS, tiene mérito. Conoce su situación y su objetivo es que su equipo sea divertido de ver. Ambicioso pero realista a la vez.
De todas formas, cabe destacar que todas estas incertidumbres siempre son mejores que pertenecer al temerario grupo de gente que se flipa. Encarnar el «este año sí» después de mucho tiempo sin dar un palo al agua como el humo que venden los actores que están dentro de la industria de los deportes electrónicos pero que, como Ballester con el fair play financiero, no la entienden y no dan señales de querer entenderla. También están los que, como Excel Esports, aparentan no comprender cuáles son sus propios errores al mismo tiempo que generan una ambición absurda. Aun así al club británico se le debe reconocer que pocas organizaciones son capaces de ilusionar tan poco en ninguna de sus equipos de esports.
En 2022 seguirá existiendo gente que no entienda los deportes electrónicos, incluyendo a los que no pretenden hacerlo. En el caso de estos últimos, que les den. Se pierden la magia del sector y luego quieren ir como el Señor Burns: disfrazado de joven y preguntando por personajes como Lee Sang-hyeok «Faker«. Pero por la otra parte, es difícil adentrarse en aquello que Agredano comenta sobre que «las vidas perfectas son aquellas que, contadas, nos resultan absurdas, caóticas y deslavazadas», al menos dentro del sector. No por nada nuevo, más bien por lo mismo de siempre. Está bien aquello de «el que tenga miedo a morir, que no nazca», pero tampoco quiero hipotecar nada por la velocidad y volatilidad de una industria. Incluso en la encerrona de los 31 de diciembre y los 1 de enero los esports pueden tener protagonismo.