Los videojuegos y estar en el punto de mira. Parece que en los últimos tiempos no pueden vivir una cosa sin la otra. Ya sea por unas u otras personas, los videojuegos (o las personas que los utilizan) siempre reciben críticas.
«No son buenos para la salud», «es que vuelven a la gente agresiva» o «tienen absorbidas a las personas» son algunos de los argumentos que nos ofrecen. Siempre llevando el punto hacia los extremos. Como me decía mi madre, «ni tanto ni tan calvo, todo en exceso termina siendo malo«.
El último palo llega por parte del exfutbolista Gustavo Poyet. Concretamente sobre uno de los futbolistas más famosos de los últimos tiempos. Se trata de Sergio Agüero, más conocido como el Kun. Hace unos días que el argentino abandonó las filas del Manchester City y el rumor que suena con fuerza es que fichará por el FC Barcelona.
Si bien Poyet ve con buenos ojos la llegada del argentino al club de la Ciudad Condal, lo cierto es que tiene algo que echarle en cara. «Que deje los videojuegos. Si deja de sentarse en la sillita a jugar al jueguito puede ser un buen fichaje», reclama. Y es que, según el uruguayo, Agüero pasa mucho tiempo sentado y le hace mal a la espalda, aunque la silla sea ergonómica.
Hace un tiempo, el Kun se lesionó mientras se encontraba en streaming. Tal y como se muestra en las imágenes, el jugador se lleva la mano a la pierna preguntándose «¿Qué me pasó?«. Posiblemente ya hubiera ocurrido algo antes, pero no se dio cuenta hasta que la pierna se enfrió. El problema es que ocurrió en pleno directo, por lo que las imágenes circularon por toda la red.
¿Son los videojuegos el problema?
No. No lo son.
En los últimos meses nos hemos acostumbrado a ver al mismo Agüero y a muchas otras personalidades del mundo deportivo en Twitch o mostrándonos algunas de sus partidas. El propio Kun, Thibaut Courtois o Borja Iglesias, entre otros, nos han mostrado sus cualidades en este mundo. Incluso si cruzamos el charco y nos vamos a la NBA tenemos estrellas como Steven Adams o Paul George aficionadas a este mundo.
Entonces, ¿por qué existe esta crítica hacia los videojuegos? Seguramente, muchas de las personas que hacen tales críticas no han decidido profundizar, utilizar un ratón, un mando y un teclado y ver qué pueden llegar a sentir esos jugadores.
Es posible que tampoco se hayan detenido cinco minutos para entrar en Twitch (o en alguna de las plataformas de retransmisión) y ver la gran cantidad de contenido increíble y variado que nos presentan. Simplemente se quedan con la fachada, sin profundizar en el asunto. Simplemente la frase de siempre: «los videojuegos son malos«.
Grave error.
Las fiestas, el problema precursor a los videojuegos
Hace años las críticas hacia estos deportistas llegaban por ‘salir de fiesta‘. Siempre con etiquetas de «inmaduros«, «excéntricos» o «poco profesionales«, nunca intentando ir un paso más allá. «Es que son profesionales y tienen que dar esa imagen«. También hay que tener en cuenta que son seres humanos, no robots a los que podamos tener esclavizados.
Al final es lo de siempre: nos quedamos con lo de fuera e intentamos vender una imagen de la que no conocemos ni una cuarta parte.
¿En algún momento le han preguntado a Agüero (o a cualquier otro jugador) lo que sienten cuando juegan? Tal vez ese momento de evasión, esa manera de interactuar con miles y miles de personas, de acercarse de forma personal a sus seguidores, sean un mundo agradable para ellos.
Y, quizás, tampoco se han preguntado qué hace después de estar sentado en «esa sillita jugando a su jueguito». ¿Quién dice que no vaya a entrenar y a seguir con su rutina?
Es mejor seguir con lo de siempre, que los deportistas vivan en su burbuja, que sean completos desconocidos para sus aficionados y que jamás interactúen con ellos. Al fin y al cabo, es mejor verles correr detrás del balón y escondidos en sus casas que pasando un rato agradable con sus seguidores, ¿verdad?
Tal vez haya llegado la hora de vivir nuestra vida sin hacerlo a costa de la de los demás. El momento de dejar que cada uno sea libre.
Y si a alguien no le gusta que el jugador se divierta fuera del deporte, que mire hacia otro lado. La fórmula es simple.