Normalmente la canción que España elige para ir a Eurovisión me da bastante igual. Todo me parece bien, al fin y al cabo represento al usuario estándar que simplemente cuando llega el día enciende la televisión para ver el festival y pasárselo bien. Hacer memes porque hemos venido a reírnos sin ningún tipo de contexto o necesidad. Mis amigos que sí son fieles eurovisivos ya se encargarán de explicarme todo lo que necesito saber a cambio de escucharles de arriba a abajo sin ningún tipo de pretensión. Lo de buscar relaciones recíprocas independientemente del carácter se extrapola en prácticamente todo. Sin embargo, no puedo ocultar que lo sucedido en el Benidorm Fest me sorprendió.
La mayoría de gente estaba de acuerdo con que tenía que ganar Tanxugueiras o Rigoberta Bandini. El consenso existente sobre quién debía salir victorioso del Benidorm Fest era extremadamente atípico. Con que uno de los dos ganara ya era más que suficiente para tener al mayor grosor de espectadores contento. Estoy seguro de que hay días en que los que decantarse sobre qué hacerse para comer puede llegar a ser más difícil. Pero por lo que fuera, el jurado pensó totalmente lo contrario. Tenía que ganar Chanel y así fue (aunque eso no justifique el odio que recibió). Una opción que iba completamente a contracorriente y que me produjo flashbacks oscuros sobre uno de los peores perfiles de alumno con los que me he encontrado: el pedante de Humanidades.
No voy a ser yo quien me ponga como alumno ejemplar de Humanidades porque evidentemente ese no era el caso. Servicios mínimos en todas las asignaturas, trabajos elaborados en las que me gustaban pero si había una que me aburría el desastre se asomaba. La jugada era sencilla: ponerme al lado de uno de mis amigos para echarnos las risas. Estar demasiado tiempo en Twitter o Twitch la complementaban. Como la discreción nunca ha sido una de mis principales virtudes el caos era palpable. Aunque no lo hiciera a propósito me convertía un chinche para el resto de compañeros que sí les interesaba el contenido o intentaban prestar atención por puro compromiso. Pero aun no siendo una persona especialmente grata, sabía hacer algo tan sencillo como diferenciar entre hacer una pregunta y dar una opinión.
El alumno pedante de Humanidades, a pesar de incidir en lo mucho que lee, no sabe distinguir que hacer una pregunta no es sinónimo de dar una opinión personal a cuento de nada. Intenta hacerse el interesante citando a alguien sin contexto alguno para mostrarse distinto a la mayoría, pero acaba generando tirria. Por ejemplo, la filósofa Susan Sontag es interesantísima en cuestiones como por ejemplo el camp. Pero vamos, creo yo que si estamos hablando de un episodio concreto de la Edad Media, pues poco tiene que ver. En el peor de los casos -que no precisamente poco habituales- finaliza el discurso sin hacer lo que el profesorado había pedido: expresar si queda alguna duda sobre la teoría explicada. Toda esa imagen es la que me generó el jurado del Benidorm Fest.
Aunque Humanidades, el Benidorm Fest y los deportes electrónicos no tienen nada que ver, cómo replicamos ese comportamiento sí. En los esports todos hemos formado parte de ese mal: opinar sobre algo sin tener nada que ver o tener una visión extravagante sólo por querer llevar la contraria. Lo que irrita no es tanto el qué, si no la necesidad de demostrar que conoces el factor más exótico. Lo entendemos, formáis parte del sector más culto dentro del escenario electrónico, ahora explicadnos al menos los por qués o soltadnos del brazo. También se aplica a la manía de querer complicar las explicaciones con términos especialmente raros. Esto es curioso porque tanto en la comunicación como en la formación una de las cosas sobre las que más te insisten es en la necesidad de simplificar. Que todo el mundo lo pueda entender, vamos.