En A mi yo adolescente, un programa de charlas organizadas por el banco BBVA emitido en La 2, James Rhodes le preguntaba a un grupo de jóvenes que le explicaran «lo del reguetón y Bad Bunny«. Y por mucho que asegurara que no estaba diciendo «que era una mierda», las formas jugaron una mala pasada para el pianista. Esa cuestión se podría aplicar perfectamente cuando alguien ajeno a los deportes electrónicos pregunta sobre el fenómeno mirando por encima del hombro aun queriendo evitarlo. Anteriormente dentro de League of Legends se podía aplicar a la gente que veía la Superliga teniendo otras ligas de mayor prestigio. O con las divisiones inferiores de ESEA en Counter-Strike: Global Offensive (CS:GO). En realidad podría aplicarse con muchos aspectos de la vida.
El argumento de Rhodes se basaba en comparar a Benito con autores como Beethoven, poniendo en duda si realmente se escucharía dentro de 200 o 300 años. Para defender el reguetón podríamos alegar a la funcionalidad de la música para congregar a personas o, como señalan en Twitter, catalogar de colonialista una visión que se reduzca a la contemplación o la majestuosidad. Pero la realidad es que podrías cambiar el género y el debate seguiría siendo en bastantes casos el mismo. Y es aquí donde se encuentra el quid de la cuestión: ¿pasa algo lo que rendimos culto no trasciende? ¿Y si algunas de nuestras aficiones no es ‘productiva’?
Quizás ser más inteligente genere una mejor impresión a primera vista, pero querer demostrarlo constantemente es extremadamente pedante. Si veo la Superliga es porque me apetece disfrutar de más League of Legends competitivo. Quizás es cierto que en otras ligas podría aprender más sobre gestión de oleadas, control de objetivos u otros aspectos, pero es que da la casualidad que no me apetece. Coincide que simplemente quiero tener la mente en blanco y entretenerme para darme una pausa. El reguetón, los deportes electrónicos o sólo son una excusa para evadirme.
El oro en el reguetón, la Superliga y demás
Sería muy reduccionista -que no sinónimo de ilegítimo- decir que al no estar vivos dentro de 200 o 300 años da igual cuáles sean nuestras preferencias porque, total, en un futuro no podremos vivir para acudir al «yo estuve allí». Eso tampoco significa que querer nutrirse intelectualmente o mostrar voluntad para formar un legado esté mal. De todas formas, asumir automáticamente que en nuestro entretenimiento más banal no pueden haber aspectos donde los que se puede escarbar y profundizar sí que sería un error.
Quizás el reguetón no sea del agrado de todos. Sin embargo, durante los últimos años actores como Bad Bunny han demostrado que el género puede ir más allá gracias a la introducción de pequeños mensajes políticos. Véase en el papel del puertorriqueño en las protestas de 2019 una referencia. Refiriéndonos al aspecto puramente deportivo, dentro de la Superliga podemos encontrar en algunos jugadores pequeños detalles que marcan la diferencia de los que podemos aprender. Doğukan Balci «113«, jungla de Vodafone Giants, podría ser un buen ejemplo de ello durante el último año.
Como sucede con el periodismo, la cuestión es bidireccional. No sólo se trata de estar preparado para asimilar nuevos conocimientos, también de tener la paciencia para encontrar la calidad existente pero quizás no tan accesible. Pero por leer una noticia rápida e incluso darte el placer culpable de consumir cierto amarillismo tampoco se acabará el mundo. En cambio, el mundo que está pendiente de recorrer sí se reduce cuando nos acomodamos en los prejuicios del elitismo y el clasismo.